Ignacio MUCIENTES MUCIENTES

Ingeniero Agrónomo

Decano del COIACLC

 

Es incuestionable que vivimos en un mundo globalizado en el que impera la economía de mercado y en el que son los mercados quienes dan o quitan la razón a los diferentes productos que existen en el mismo y por ende van a decidir que unidades de producción tendrán que cerrar sus puertas o seguir adelante. En este punto conviene señalar que definimos el mercado como el espacio de la oferta y la demanda, dirigido por personas a las que les toca tomar decisiones, gusten o no gusten. Para que una empresa siga adelante tiene que estar presidida por un EMPRESARIO (así, con mayúsculas) y contar con buen Plan de Gestión Técnico Económica. Además, hay que prestar atención a los factores financieros, técnicos, económicos y legales, sin  olvidar que hay un factor clave, el tiempo, que es capital tener controlado.

Vaya por delante también que no tengo nada en contra de la globalización. La acepto como tal, con sus cosas positivas y negativas, es un fenómeno universal del que no podemos dejar a un lado si queremos seguir adelante con nuestra empresa. No debemos olvidar que hoy en día en el mundo tan complejo y complicado en el que vivimos que se encuentra en constante y continuo movimiento y cambio, solos no llegamos a ninguna parte por lo que es mejor estar unidos y formar parte de estructuras “supra” si queremos seguir existiendo. No olvidemos que el pez grande se come siempre al pez chico.

Los diferentes acuerdos comerciales entre la UE y otros países hacen que los productos agroalimentarios vayan de un sitio a otro y que las personas puedan disponer de ellos en suficiente cantidad y en cualquier época del año. Es de esta manera cómo los españoles podemos comprar naranjas de Israel, cultivos de primor de Marruecos, patatas de Francia, cebollas de Nueva Zelanda, lentejas y alubias de USA y Canadá, corderos de otros países, etc., y viceversa. Hay ocasiones en las que la política no surte efecto y nuestros profesionales se ven afectados por los vetos a ciertos productos, como sucede con el veto ruso a las frutas españolas.

¿Se imaginan que hubiese pasado durante este periodo que llevamos confinados en casa por la COVID 19, si no hubiese habido alimentos que comprar en las tiendas o en las superficies comerciales? ¿Qué hubiese sido de nosotros si no hubiéramos podido alimentarnos? ¿Qué hubiese pasado si los precios de los alimentos se hubiesen disparado de precio? ¿Y si se hubiese producido un desabastecimiento generalizado? Yo estoy convencido de que a más de uno y de dos le habrá entrado el sentido común y se habrán percatado de lo importante que es tener un sector primario bien estructurado y organizado, un sector agrario potente, del enorme rol que juegan los profesionales de la agricultura y ganadería en nuestra sociedad y de lo importante que es tener una industria transformadora para la obtención de nuevos productos y para generar el valor añadido. Junto a ellos, nosotros, los Ingenieros Agrónomos, estamos presentes en todos los eslabones de la cadena alimentaria y ayudamos a estos grandes profesionales a realizar su trabajo.

El panorama que se nos avecina en materia económica debido a la pandemia que vamos pasando, es oscuro. Como muy bien apunta nuestro compañero el profesor Carlos Isidro Buxadé Carbó, en su penúltimo artículo, El ganado bravo ante un presente complejo y un futuro altamente incierto,tenemos una caída de nuestro PIB, en el primer trimestre de este año 2020, de un 5,2 por 100 (en la Eurozona esta caída ha sido del 3,8 por 100). Ello ha comportado en nuestro país y en este primer trimestre, una pérdida de unos 357.000 empleos, a tiempo completo”.

Todos estos datos deberían servirnos para recapacitar y adaptarnos a la nueva realidad. Sabemos que en economía de mercado todo son vasos comunicantes y que lo que se manifiesta en un lado, repercute en otro, y viceversa. Nuestro tejido empresarial está compuesto ampliamente por pequeños y medianos empresarios, y sabemos que si no nos ayudamos los unos a los otros, la cosa puede ponerse muy mal. Mucho peor de lo que ya está. Hay que apelar a la solidaridad y hacer una apuesta para apoyar y defender a nuestros profesionales agrarios y a sus producciones, que son de una calidad igual o superior que las que vienen de fuera. Si en España hay productos determinados en suficiente cantidad y calidad para qué comprar y consumir los foráneos. Otra cosa bien distinta es que no existiesen aquí y nos viéramos forzados a recurrir a mercados exteriores: solo así estaría justificado apostar por lo foráneo.

Comprar al profesional, industrial/empresario, o minorista/detallista español hará que esa explotación, empresa, distribuidor o tienda sigan adelante, no tengan que cerrar sus puertas, y si la política laboral acompaña, puedan incluso crear puestos de trabajo, aunque la crisis esté encima. Apostar por lo foráneo producirá el efecto contrario. Tenemos un potente sector agrario, grandes profesionales que aseguran el abastecimiento de los mercados en cantidad y con productos de calidad al que hay que ayudar más que nunca. Si el carnicero, pescadero o frutero cercano siguen existiendo, podrán pagar a proveedores, contratar gente, hacer frente a sus impuestos y, en definitiva, ganarse la vida con dignidad.

España ha sido, es, y seguirá siendo una gran nación que ha demostrado que cuando se une, tira para adelante como ninguna otra. Merece la pena apostar por lo nuestro porque sencillamente es lo mejor. Hagámoslo.

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